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Proyecto cofinanciado por Corfo busca producir en Chile tratamiento con células CAR-T para combatir el cáncer

Encabezado por la Pontificia Universidad Católica de Chile, junto a un grupo de cinco empresas, el proyecto recibió fondos del Programa de Absorción Tecnológica para la Innovación. Podría tener un notable impacto en el país: más de 30 mil personas fallecen cada año producto del cáncer.

El ingeniero Santiago Barcaza en su laboratorio.

Pocas cosas pueden cambiar tanto tu vida como un cáncer. Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevén que para el 2050 tendremos 35 millones de seres humanos afectados por este diagnóstico.

Las formas más tradicionales de superar un cáncer son por todos conocidas: quimio o radioterapia, tratamientos agresivos que buscan eliminar las células cancerígenas y su capacidad de reproducirse. No siempre funcionan. Por eso la ciencia está en la búsqueda constante de alternativas para tratar de forma más efectiva el cáncer.

La academia avanza por este camino a paso firme. La Pontificia Universidad Católica de Chile lleva adelante, como gestor, un proyecto que busca que cinco empresas del país (Domolif, Texas, GeneproDX, Botanical Solution y PositronPharma), conozcan y generen las capacidades para traer a Chile un tratamiento innovador contra el cáncer: la modificación genética de nuestras células T para aumentar su respuesta contra la enfermedad. Para hacerlo viable, Corfo, a través del Programa de Absorción Tecnológica para la Innovación, acaba de entregarle cofinanciamiento para materializar esta misión biotecnológica.

DOS CENTROS SE UNEN

En Chile, el cáncer es la segunda causa de muerte, y el de pulmón el que más víctimas cobra a nivel nacional. En la Región de Antofagasta se presenta la mayor cantidad de diagnósticos de cáncer al pulmón, especialmente en hombres, donde la tasa de incidencia es de 62,5 casos por 100.000 habitantes, casi tres veces más que el promedio del país, según cifras del Ministerio de Salud.

En esta región, hay un plan piloto para la detección precoz del cáncer al pulmón, financiado por el gobierno regional, y una de las empresas beneficiarias del proyecto apoyado por InnovaChile tiene ahí su base: Domolif, empresa dedicada al desarrollo de soluciones innovadoras que utilicen biotecnología, y que actualmente trabaja para combatir otras enfermedades respiratorias de preocupación en la región, como la silicosis.

Son cifras que preocupan a Santiago Barcaza, ingeniero civil de la Universidad de Chile y Master in Fine Arts de la Universidad de Nueva York, quien representa a la Universidad Católica de Chile en el proyecto “Car-T Cells en Chile”. 

“Yo dirijo el Center for Innovation in Biomedical Experimental Models (Cibem), y en el trabajo en conjunto con el Centro para la Prevención y el Control del Cáncer (Cecan), cuyo mandato está asociado con la innovación, con poder implementar aquí y ahora soluciones que puedan salvar vidas y ayudar a las personas. En ese proceso dimos con el tratamiento de CAR-T Cells”, dice el ingeniero.

La búsqueda de nuevas alternativas tiene relación con un enfoque mayor de Barcaza: “La innovación es un salto al vacío con la promesa que detrás de lo desconocido hay un avance, un cierre de brechas importante. Ese salto se hace con otra mirada, siendo creativo, buscando otro tipo de métodos, otro tipo de formas, otras maneras de relacionar y yo creo que esa visión la ha complementado mi lado más humanista”, agrega Barcaza, refiriéndose a su otra faceta, la de poeta, con una obra que fue premiada en enero de este año por el Círculo de Críticos de Arte de Chile, “Mapa Negro”, como el mejor libro de poesía del año, que recopila escritos suyos y fotografías de Marcelo Montealegre.

"Andrés Bello en el discurso inaugural de la Universidad de Chile plantea que todas las verdades se tocan. Creo que he podido comulgar con estos dos mundos, la ingeniería y la literatura, porque hay algo que los une: la creatividad y la innovación”, resume Barcaza.

TERAPIA INALCANZABLE

La tecnología de las células CAR-T, que ha avanzado principalmente en Europa, fue desarrollada para contrarrestar el avance del cáncer en el cuerpo humano. En una situación normal, nuestro organismo cuenta con herramientas para destruir las células cancerígenas, pero si hay inmunodeficiencias o este tipo de células mutan en un paciente y se hacen resistentes a las defensas naturales del cuerpo, aumentará la probabilidad de sufrir la enfermedad.

Barcaza explica que el camino alternativo para atacar las células cancerígenas más resistentes es la utilización de “células T, linfocitos que todos los seres humanos tenemos. Son muy importantes a la hora de destruir las células cancerígenas, pero como las tenemos en muy baja cantidad, lo que se hace es extraer linfocitos de la misma sangre del paciente, cultivarlos y multiplicarlos para después reincorporarlos al cuerpo humano”, cuando las nuevas células CAR-T ya pueden destruir las células cancerosas. Incluso, si el cáncer reaparece, estas generarían una protección adicional contra el nuevo ataque.

Este procedimiento de reincorporación de células es actualmente muy complejo de ejecutar y extremadamente caro. Un tratamiento con células CAR-T cuesta entre US$300 mil a US$1 millón, por lo que hasta ahora es accesible a pacientes de altísimos recursos o a través de fundaciones que están obligadas a beneficiar a escasos pacientes, por ejemplo, a niños con cáncer. “Para nada es popular ni democrático el acceso”, dice Barcaza.

Biotecnólogos de la PUC.
© PUC

EN AYUDA DE ANTOFAGASTA 

Los pacientes con cáncer no pueden esperar a los tiempos de cultivo habituales de las células CAR-T; ni pagar los altos precios de acceso a este tratamiento. Estas barreras dieron paso a una búsqueda por el mundo, encabezada por Barcaza, para hallar en qué país estaban los desarrollos más avanzados para las células CAR-T. 

“Así nació nuestro proyecto con el que postulamos al programa de Absorción Tecnológica para la Innovación, de Corfo, el que tiene dos etapas: una en que iremos a mirar, a conocer y a tener reuniones con científicos de la Cleveland Clinic, en Estados Unidos, aprender cómo lo hacen, porque ellos producen estas células muy rápido y a bajo costo (unos US$2.000); la segunda, traer la terapia a Chile, el objetivo central del proyecto”, dice Barcaza.

Para instalar estas capacidades en el país, el ingeniero cuenta con la complicidad de cinco empresas beneficiarias, cada una con un rol específico y diferente en la cadena de valor que podría producir células CAR-T en Chile. “Tenemos gente que sabe mucho de ingeniería de clima, por ejemplo, porque esto se hace en medioambientes protegidos, con altos niveles de bioseguridad. Hay también científicos y empresarios en el grupo que, junto con la Universidad Católica, van a permitir la construcción de una pequeña línea de producción. Y nosotros nos vamos a hacer cargo de lo tecnológico”, enumera el gestor líder del proyecto apalancado por InnovaChile. 

Gracias a esta diversidad de perfiles, Barcaza proyecta que la absorción tecnológica no será lenta. Para eso, viajarán a Cleveland en septiembre de este año y “nos acompañará una firma de abogados experta en transferencia tecnológica que serán nuestros asesores, porque si vamos a adquirir algo (una modificación genética que está patentada y/o procedimientos), tenemos que hacerlo bien”.

Si el conocimiento queda en Chile, Antofagasta podría verse beneficiada. Tiene el índice de cáncer al pulmón más alto de Sudamérica, un drama que vive la región, aunque el impacto social del proyecto podría ir en ayuda de pacientes con distintos tipos de cáncer. “Pero sería maravilloso que estas capacidades que vamos a traer a Chile tengan dos epicentros: Antofagasta y Santiago”, dice Barcaza.

El foco en la región nortina se debe a que las terapias con células CAR-T, si bien se utilizan principalmente para tratamientos de cáncer como la leucemia y el linfoma, sus buenos resultados han impulsado a la comunidad científica a investigar su aplicación en otros tipos de cáncer, como el de pulmón que, a pesar de estar fuertemente asociado al tabaquismo, estudios recientes muestran un aumento de casos en personas que nunca han fumado. ¿La razón? La contaminación del aire, suelos y agua.

Biotecnólogos de la PUC.
@ PUC

REGULACIONES Y NORMATIVAS

Pero Santiago Barcaza aclara que no todo el desafío del proyecto de las células CAR-T es tecnológico. En este caso la dificultad mayor podría ser el desfase: cuando la tecnología llega antes del cambio regulatorio.

“El Cecan tiene la misión de avanzar desde lo político y lo normativo, porque no sacamos nada con traer terapias innovadoras si el Instituto de Salud Pública (ISP) no nos autoriza a fabricarlas o a su aplicación”, dice Barcaza. “Ojalá dentro de las modernizaciones que está impulsando el ISP, regulaciones y normativas nazcan de un proceso mucho más expedito”.

Pero a pesar de la diferencia de velocidad, Barcaza proyecta que el primer paciente tratado con células CAR-T podría ser en tres o cuatro años más, “poco tiempo, aunque vamos a trabajar para dar una buena noticia lo antes posible”.

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