Liderada por mujeres, Liva Company se ha posicionado como “la primera empresa nacional fabricante de probióticos para humanos y mascotas”. Su crecimiento ha estado impulsado por el apoyo del Programa de Capital Humano para la Innovación de Corfo.

Cuando Catalina y Natalia Garrido fundaron Liva Company en 2020, tenían un objetivo claro: crear productos probióticos que respondieran a las necesidades reales de los consumidores chilenos. Con una propuesta basada en salud, ciencia y sustentabilidad, su empresa se convirtió en "la primera fabricante nacional de probióticos tanto para humanos como para animales", un hito en el mercado local.
Desde sus inicios, Liva apostó por el desarrollo de suplementos alimenticios formulados específicamente para el entorno chileno. Esto incluye considerar el tipo de dieta, la calidad del agua y otros factores ambientales que inciden directamente en la flora intestinal y el equilibrio del microbioma. Esta adaptación ha sido clave para diferenciarse frente a productos importados.
Hoy, con una plantilla compuesta en un 80% por mujeres, Liva ha ampliado sus capacidades incorporando inteligencia artificial (IA) para identificar microorganismos beneficiosos y desarrollar soluciones personalizadas.
"Catalina y yo fundamos la empresa, pero pronto se sumó Melissa Alegría, nuestra directora de IA. Utilizamos esta tecnología para determinar qué microorganismos faltan en un ecosistema y cómo equilibrarlo", explica Natalia Garrido, cofundadora junto a su hermana.
Uno de los mayores saltos en la trayectoria de Liva fue la incorporación de la doctora en biotecnología Beatriz Valenzuela, con el respaldo del Programa de Capital Humano para la Innovación de Corfo. La colaboración con esta profesora de la Universidad de Santiago y exdocente de Catalina ha sido fundamental para robustecer el área de Investigación y Desarrollo (I+D) de la empresa.
"Beatriz fue clave desde el comienzo, incluso antes de que pudiera unirse formalmente a Liva. Siempre soñamos con tenerla en el equipo, pero no contábamos con los recursos. Gracias a Corfo pudimos integrarla para desarrollar tecnologías como la microencapsulación, que permite que las bacterias probióticas sobrevivan a condiciones extremas", cuenta Natalia.
La tecnología de microencapsulación crea un escudo protector para los microorganismos, haciéndolos más resistentes al calor y la acidez. "En procesos industriales como la ‘peletización’ de alimentos para animales, sin este recubrimiento, las bacterias morirían. Ahora logramos que sobrevivan y lleguen activas al intestino", dice Beatriz, quien hoy lidera formalmente el equipo de I+D.
Esta innovación les abre la puerta al mercado de nutrición animal, que representa para la empresa una oportunidad de crecimiento en Chile de USD$55 millones anuales, con un mercado potencial en Latinoamérica de USD$1,5 billones.

PROBAR HASTA QUE RESULTE
El impacto de su llegada no se ha limitado a los productos. Según Natalia, "el conocimiento que trae Beatriz ha elevado el nivel de todo el equipo, incluyendo tesistas y técnicos. Ella transmite experiencia práctica y científica, formando capital humano especializado desde dentro de la empresa".
Pero el ascendiente de Beatriz en el equipo tardó un poco en establecerse. Antes tuvo que sortear un gran desafío, adaptarse al ritmo del mundo empresarial. "En la academia se planifica por semestres, y aquí todo tiene que estar listo ‘para ayer’. La presión es alta, pero también es emocionante", dice, y añade una reflexión sobre la diferencia entre ambos mundos: "En investigación académica, incluso los fracasos sirven para publicar. En la empresa, si algo no funciona, hay que probar otra vía de inmediato hasta que resulte".
La colaboración entre academia e industria continúa siendo un eje clave en Liva. Según cifras del Ministerio de Ciencia y Tecnología, sólo el 7% de los doctores en Chile trabaja en empresas, pero casos como el de Beatriz muestran que esa brecha se puede reducir. "Las tesis que desarrollamos ahora no son solo prácticas: son procesos reales de transferencia de conocimiento. Se entrena a los estudiantes en investigación aplicada desde el laboratorio", explica Beatriz.
Liva Company ya factura varios millones de dólares al año y sigue ampliando su portafolio. Entre los impactos de la I+D de la empresa está la generación de nuevas líneas de desarrollo, como la cosmética probiótica y los suplementos para animales de consumo humano.
"El área cosmética es una nueva área que partió con el desarrollo de productos para mascotas, pero pronto vamos a empezar a hacer pilotos de pruebas para humanos. Es una línea totalmente nueva y ha tenido bastante éxito", dice Beatriz.
Para ella, el paso desde la academia a la empresa biotecnológica ha sido transformador. "Ver que una idea de laboratorio se convierte en un producto real, que se vende y ayuda a las personas, es muy enriquecedor. En Liva se cumple la promesa del Programa de Capital Humano: conectar la investigación con el impacto tangible".
Y así, el sueño que comenzó con dos hermanas y una palabra hoy poderosa en el mercado —probiótico—, hoy se consolida como una empresa que innova, colabora y genera valor desde la ciencia hacia el mercado.