Gracias a la adjudicación del programa Capital Humano para la Innovación, de Corfo, la empresa chilena Pewman Innovation ha perfeccionado la singularidad de sus productos concebidos con nanotecnología, y enfocados en atacar las temidas heladas en la agricultura.

Soñadores y apasionados por la inteligencia de la naturaleza. Así se definen los científicos de Pewman Innovation, verdaderos exploradores de lo invisible que se internan en zonas extremas del planeta en busca de bacterias con propiedades únicas. No es casual que “pewman” signifique “soñar” en mapudungún. Esos sueños los han llevado hasta los confines del mundo para desarrollar soluciones tecnológicas de alto impacto y con sello chileno.
Fruto de esa visión, Pewman Innovation ha creado una innovadora tecnología antiheladas, basada en la incorporación de proteínas recombinantes extraídas de bacterias extremófilas provenientes de la Antártida. Esta propuesta ha permitido establecer capacidades científicas y técnicas de vanguardia para la producción de soluciones destinadas a proteger cultivos frente a las bajas temperaturas, tanto en Chile como en el extranjero. Además, ha abierto nuevas oportunidades para impulsar proyectos de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) dentro de la compañía.
El apoyo del programa Capital Humano para la Innovación, de Corfo, ha sido clave en este proceso. Gracias a esta adjudicación, Pewman ha perfeccionado sus productos biotecnológicos desarrollados con nanotecnología, ofreciendo alternativas únicas en el mundo para enfrentar un problema crítico del agro: las heladas.
Para conocer más sobre esta iniciativa, Corfo Conecta conversó con José Manuel Pérez-Donoso, CEO de Pewman Innovation, bioquímico, PhD en Microbiología, con postdoctorados en la Universidad de Western Ontario (Canadá) y en la Universidad de Santiago de Chile.

CIENCIA 100% HECHA EN CHILE
-Las heladas en los cultivos, ¿por qué se enfocaron en este problema?
Las heladas constituyen una de las principales amenazas para la agricultura a nivel mundial. Aunque las sequías también provocan grandes estragos, los eventos de heladas son responsables de la mayor parte de las pérdidas. Incluso en países tropicales como Brasil, hay zonas de altura donde las heladas afectan severamente la producción agrícola.
En Chile, el impacto es significativo: las pérdidas anuales por heladas superan los US$1.000 millones, cifra que podría duplicarse o triplicarse si se consideran efectos indirectos como la pérdida de empleos, subsidios estatales y la caída en los ingresos del sector. Y las soluciones existentes requieren inversiones elevadas en equipamiento y personal, y tienen escasa escalabilidad. Esto las hace inalcanzables para más del 70% de los agricultores chilenos, que son medianos o pequeños productores. Por otro lado, las opciones más económicas, como agroquímicos y enraizantes (sustancia que se utiliza para estimular el crecimiento de las raíces de las plantas), no ofrecen una protección efectiva.
Las soluciones actuales son en su mayoría mecánicas: hélices que mueven el aire, fogatas, calefactores e incluso helicópteros. Todo esto implica costos prohibitivos. Fue en ese escenario donde vimos una oportunidad: introducir una alternativa biotecnológica completamente nueva.
Las bacterias de la Antártida nos ofrecieron esa posibilidad. Como referencia, el año pasado protegimos 2.000 hectáreas; este año proyectamos llegar a 5.000. El crecimiento ha sido constante, gracias a que el producto funciona. Es más accesible económicamente, es orgánico, y como nos gusta destacar, representa ciencia 100% hecha en Chile.
-Un detective suelto en la Antártida: ¿por qué buscaron la solución en un lugar tan inhóspito?
Hace más de once años recolecté bacterias en la Antártida, específicamente desde plantas. Al analizarlas, descubrimos que estas bacterias ayudaban a las plantas a resistir el frío. Se trata de una simbiosis: la bacteria transmite ciertas propiedades que fortalecen la tolerancia al frío de su hospedero vegetal.
Como microbiólogo con dos décadas de trayectoria, he investigado en diversos entornos extremos: la Antártida, desiertos, volcanes, la Patagonia, zonas contaminadas, entre otras. He viajado en dos ocasiones a la Antártida, y miembros de mi equipo han ido muchas más veces, especialmente a la zona costera, donde hay mayor biodiversidad vegetal. Allí recolectamos microorganismos únicos, y en algunos de ellos encontramos propiedades extraordinarias que hoy sustentan nuestros productos. A partir de estas bacterias y mediante nanotecnología —que nos permite transformar sus moléculas en nanopartículas— desarrollamos un polímero diminuto que actúa en conjunto con los microorganismos. Esta sinergia produce un efecto protector en las plantas frente a las bajas temperaturas.
-Una vez identificados los microorganismos, ¿cómo fueron los inicios en el laboratorio?
Partimos con ensayos en un pequeño laboratorio improvisado en casa. Luego, instalamos otro en el patio. Con el tiempo, fuimos adjudicándonos proyectos Corfo que nos permitieron fortalecer la iniciativa, trasladarla al campo, probarla en distintos cultivos y profesionalizar la formulación. Esto nos llevó a los años 2022 y 2023, donde tras varios proyectos semilla y de escalamiento, lanzamos nuestros primeros productos al mercado: Crioprotect y Nanoforte.
En agricultura, si un producto no cumple, el productor simplemente no vuelve a usarlo. Por eso es tan relevante que nuestros productos hayan mostrado resultados. Además, esta tecnología no tiene equivalente en el mercado mundial. Eso nos permitió expandirnos: abrimos una filial en Francia, comenzamos ventas en Perú y realizamos ensayos en Norteamérica. El interés ha sido altísimo, y estamos muy entusiasmados con el camino que se abre.

NANOTECNOLOGÍA: AISLANTE TÉRMICO
-¿En qué cultivos se enfocan?
Comenzamos en Chile con los cerezos, debido a que es un cultivo de alta rentabilidad, lo que facilita que los productores inviertan en medidas preventivas contra las heladas. Posteriormente, aplicamos la tecnología en paltos y vides. Con el tiempo y los buenos resultados pudimos escalar hacia otros cultivos como papas, tomates y diversas hortalizas.
Por ejemplo, en el caso de las papas, nuestros productos han permitido adelantar el cultivo, lo que abre la posibilidad de sembrar incluso en invierno o en zonas más frías. Esto da a los productores una ventaja clave: ingresar al mercado cuando solo hay papas viejas disponibles. Actualmente, trabajamos en 15 cultivos y esperamos llegar a 20 este año.
-¿Cómo se aplica el producto?
La aplicación es foliar: se pulveriza un líquido directamente sobre las hojas. El producto se puede mezclar sin problemas con otros insumos agrícolas habituales, integrándose fácilmente a la planificación de cada temporada. Su uso es simple y eficiente.
En términos prácticos, el líquido se adhiere a la hoja, llevando consigo las bacterias. La nanotecnología actúa como aislante térmico, mientras que las bacterias secretan compuestos que fortalecen la planta, aumentando su resistencia frente a las heladas.
CAPITAL HUMANO PARA LA INNOVACIÓN, UN EJE ESTRATÉGICO
-Enfocándose en la incorporación del experto, ¿qué innovaciones se han logrado?
La llegada de Lucas Yáñez Guzmán, magíster en Bioquímica de la Universidad de Chile, marcó un punto de inflexión. Su incorporación buscó potenciar la base tecnológica del producto, diseñando proteínas que aumentaran la eficacia de nuestras soluciones.
El proceso consistió en identificar genes de interés en las bacterias, producir las proteínas in vitro y luego incorporarlas en los productos para evaluar su comportamiento en las plantas. Esto permitió hacer la tecnología aún más robusta.
Además, su rol fue clave para instaurar una nueva línea de investigación en la empresa, enfocada en proteínas, que nos permite no solo mejorar los productos actuales, sino también proyectar nuevas soluciones. Hoy Lucas dirige nuestro laboratorio de investigación, acompañado por un equipo de dos o tres científicos, y lidera diversos desarrollos estratégicos.
-¿Cómo ha impactado el programa Capital Humano para la Innovación de InnovaChile?
La incorporación de Lucas ha sido fundamental. Su experiencia, además, permitió mejorar nuestras metodologías, ampliar nuestras capacidades internas, postular a nuevos fondos y diversificar nuestra oferta tecnológica.
El impacto ha sido profundo. Su perfil internacional nos facilita generar vínculos con instituciones y empresas extranjeras. Más allá del objetivo inicial del programa, su aporte se ha convertido en un eje estratégico dentro del crecimiento de Pewman como empresa de base científica y tecnológica.
-¿Planes a corto y mediano plazo para Pewman?
Este año comenzamos ventas en Perú y proyectamos una fuerte expansión para 2025. En Francia, ya estamos avanzando con las certificaciones necesarias para comenzar la comercialización en 2026. Desde ahí, esperamos extendernos al resto del mercado europeo.
En paralelo, entre 2026 y 2027, planeamos ingresar a nuevos mercados en América Latina, como Colombia, Argentina, Costa Rica y México, donde ya contamos con distribuidores interesados. Además, iniciamos ensayos en Canadá, y recientemente nos adjudicamos un proyecto de aceleración en Boston, lo que nos abre puertas en Estados Unidos hacia 2026-2027.
Nuestro objetivo es claro: liderar la internacionalización de esta tecnología. Sabemos que pronto surgirán otros actores, y por eso queremos ser los primeros en llevar al mundo este tipo de soluciones, desarrolladas completamente en Chile.